La costumbre, las leyes, el hombre, la normalidad, los
libros, la cartografía, muchas cosas nos señalan los límites entre estados, mi
identificación incluso indica que soy ciudadana de un país. Mi identidad grita
que soy de un lugar, que absorbí su cultura, sus tradiciones, que soy parte de
una nación, pero contra toda normalidad, me siento libre de admitir que no
pertenezco exclusivamente a esos límites demarcados por el hombre. Me gusta
pensar en mi misma como una ciudadana del mundo, como si hiciera propia cada
cultura, sociedad, estado, nación que me cautiva por alguna razón. Quizás por
eso sufro tanto con las tragedias de aquellas naciones de las que me siento tan
parte, como si realmente mi identificación pudiera indicar que también pertenezco
legalmente a ellas con solo desearlo.
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