"De cuando creí que sonaba genial hacerse un tatuaje."
Apenas quince años y estaba por cometer una locura. Estaba
segura que si mi padre se lograra enterar de esto, era chica muerta. Oh vamos,
a quien le importa lo que ese viejo gruñón piense… “A ti, pero solo por el
castigo que vendrá si se entera.” Teniendo ello en cuenta es que Matthew me
había obligado a disfrazarme para salir este sábado a Londres. De alguna forma
un encantamiento había servido para cambiar el color de mi cabello, lucía rubia
de raíz a punta y llevaba puestas mis gafas de sol y una bufanda me cubría la
mitad del rostro. Cuando me vi al espejo tuve la sensación de ver a una
ladrona, de las malas, pero ladrona al fin… pero bueno, así debería ir si
quería que tuviéramos éxito.
Matthew había insistido en que quería saber cómo es que los
muggles grababan cosas en su piel, siempre le había intrigado aquello y yo no
tenía demasiada forma de explicarle más que por dibujos, así que habíamos
terminado decidiendo hacer un pequeño paseo por Londres donde pasaríamos por
una vieja galería del centro y le mostraría como hacían los famosos tatuajes.
Bien, aquí viene el problema… Matthew quería hacerse un tatuaje, y no quería ser el único en pasar por ello, quería hacérselo conmigo. Le había advertido que nos pedirían identificación y ser mayores de
edad, pero el insistió en que no había nada que el dinero no lograra, pero
claro, él no tenía dinero muggle, así que iba a tener que ser yo quien pagara
toda esta gran locura.
No me apasionaba la idea, solo me apasionaba el saber el
riesgo que íbamos a correr, de cierto modo aquello me hacía olvidar todos los
malos episodios de mi vida y hacia que mis venas se invadieran de algo que
había ya dejado atrás, el impulso, el riesgo, la valentía de aventurarse a algo
prohibido. Sin embargo, cuando estuvimos parados en la vidriera, yo con cara de
pánico y Matthew con esa cara tan típica de los magos al ver algo muggle, sabía
que quería dar media vuelta y salir corriendo. Habíamos logrado conseguir las
identificaciones falsas por lo que en solo un abrir y cerrar de ojos, me vi
arrastrada adentro del local de tatuajes con Matthew que ya le enseñaba muy
confiado al dueño del lugar ambos carnets. Puse mi mejor cara de confianza en
lo que estaba haciendo aunque seguro el hombre se podría terminar riendo de mi
por mi mal intento de actuación. Increíblemente, el dueño fingió creernos o
realmente se lo creyó.
El lugar era un asqueroso sucucho con luces de neón y
dibujos por todos lados, rastros viejos de tinta salpicaban el suelo y habían
instalado lo que a mí me resultaban muy parecidos a probadores de ropa pero no
lo eran, eran cortinas que ocultaban las sillas y camillas para atender a los
clientes. Por Merlín, habíamos elegido un lugar de mala muerte, con razón nos
habían aceptado las identificaciones, estaban desesperados por clientes. Lo
único que me tranquilizo fue ver el trabajo final que estaba realizando uno de
los tatuadores en una chica. El hombre sostenía el dibujo en su mano y parecía
que lo había calcado sobre la piel de la muchacha. “Quizás no sea tan malo…
¿no?”
Matthew paseaba la mirada por todos los dibujos, buscando
algo que le gustara mientras yo seguía observando el lugar. Di algunos pasos
inspeccionando y se me dio por abrir una cortina. La lámpara de trabajo estaba
apagada, por lo cual el sector lucia oscuro a medios, y cuando alcé la vista
del suelo al techo, encontré una lluvia de estrellas falsas allí, colocadas al
parecer para que uno literalmente viera las estrellas en medio del proceso con
la aguja pinchando la piel. No estoy del segura como, pero ello me trajo la
idea de lo único que me gustaría grabar sobre mi piel. Quizás a muchos les
parecería el tatuaje más infantil de la historia, pero… sabía que ello estaba
perfecto para mi.
- ¿Eres de la policía o algo así, rubia? Vamos, sal de ahí a
menos que te vayas a tatuar algo. – gruñó el dueño del lugar vociferando en voz
alta para que pudiera espantarme. Contrario a ello, jamás me sentí más segura
de algo, por lo que giré a verlo con una ceja alzada y caminé hasta el
mostrador para arrojar allí el dinero por el tatuaje.
- ¿Quién dijo que no me voy a tatuar nada? Vamos, comencemos
con esto. – este tipo de chica era una que no salía de mi hace un tiempo ya, pero
que Matthew sonrió con ganas al oírme hablar con tanta seguridad e ímpetu. Le
devolví la sonrisa y seguí por detrás al tatuador para realizar la locura por
la cual había abandonado toda la seguridad de Hogwarts.
Indiqué al hombre que lo quería debajo de la clavícula,
apegado al hombro donde no estuviera a simple vista y del lado que solía cubrir
con el cabello. El hombre me obligó a explicarle que significado podían tener
dos simples estrellas, lo que me fastidió un poco, pero suponía que era parte
crucial de no permitir que la gente se hiciera cualquier estupidez para
siempre.
- Bien, es algo así. Mis padres fallecieron cuando yo era
pequeña, ¿sí? No llegué a conocerlos, no tengo idea como eran o siquiera sus
nombres, entonces cuando me siento sola, simplemente miro las estrellas, tengo
la idea de que de algún modo ellos podrían estarme viendo desde algún lugar del
cielo o donde sea, pero siempre desde arriba, y siento que fueran dos estrellas
más de la constelación, entonces así, aunque no sepa nada de ellos, evito
olvidarlos, siento que no debo olvidarlos aunque todos me digan lo contrario.
Así que si ahora te decides y me tatúas ese par de estrellas, podré llevar
aquel recuerdo en la piel y asegurarme que nunca me olvidare de ellos, que al
menos siempre existirán en mí. – suspiré al final de todo aquello luego de
haber hablado mirando todo el rato el techo estrellado. Bajé la mirada y el
tatuador parecía satisfecho, porque enseguida me mostró la aguja con la cual
realizaría el procedimiento. Tomé aire una última vez antes de cerrar los ojos
y dejar que el hombre realizara su trabajo.
Para mi suerte, Matthew me había prometido que luego de esto
iríamos a ver un tranquilo concierto de ballet, por lo que tendría un merecido
respiro de las situaciones locas.
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