20140516

Life Story: Jeanne (2)

"De cuando creí que sonaba genial hacerse un tatuaje."

Apenas quince años y estaba por cometer una locura. Estaba segura que si mi padre se lograra enterar de esto, era chica muerta. Oh vamos, a quien le importa lo que ese viejo gruñón piense… “A ti, pero solo por el castigo que vendrá si se entera.” Teniendo ello en cuenta es que Matthew me había obligado a disfrazarme para salir este sábado a Londres. De alguna forma un encantamiento había servido para cambiar el color de mi cabello, lucía rubia de raíz a punta y llevaba puestas mis gafas de sol y una bufanda me cubría la mitad del rostro. Cuando me vi al espejo tuve la sensación de ver a una ladrona, de las malas, pero ladrona al fin… pero bueno, así debería ir si quería que tuviéramos éxito.
Matthew había insistido en que quería saber cómo es que los muggles grababan cosas en su piel, siempre le había intrigado aquello y yo no tenía demasiada forma de explicarle más que por dibujos, así que habíamos terminado decidiendo hacer un pequeño paseo por Londres donde pasaríamos por una vieja galería del centro y le mostraría como hacían los famosos tatuajes. Bien, aquí viene el problema… Matthew quería hacerse un tatuaje, y no quería ser el único en pasar por ello, quería hacérselo conmigo. Le había advertido que nos pedirían identificación y ser mayores de edad, pero el insistió en que no había nada que el dinero no lograra, pero claro, él no tenía dinero muggle, así que iba a tener que ser yo quien pagara toda esta gran locura.
No me apasionaba la idea, solo me apasionaba el saber el riesgo que íbamos a correr, de cierto modo aquello me hacía olvidar todos los malos episodios de mi vida y hacia que mis venas se invadieran de algo que había ya dejado atrás, el impulso, el riesgo, la valentía de aventurarse a algo prohibido. Sin embargo, cuando estuvimos parados en la vidriera, yo con cara de pánico y Matthew con esa cara tan típica de los magos al ver algo muggle, sabía que quería dar media vuelta y salir corriendo. Habíamos logrado conseguir las identificaciones falsas por lo que en solo un abrir y cerrar de ojos, me vi arrastrada adentro del local de tatuajes con Matthew que ya le enseñaba muy confiado al dueño del lugar ambos carnets. Puse mi mejor cara de confianza en lo que estaba haciendo aunque seguro el hombre se podría terminar riendo de mi por mi mal intento de actuación. Increíblemente, el dueño fingió creernos o realmente se lo creyó.
El lugar era un asqueroso sucucho con luces de neón y dibujos por todos lados, rastros viejos de tinta salpicaban el suelo y habían instalado lo que a mí me resultaban muy parecidos a probadores de ropa pero no lo eran, eran cortinas que ocultaban las sillas y camillas para atender a los clientes. Por Merlín, habíamos elegido un lugar de mala muerte, con razón nos habían aceptado las identificaciones, estaban desesperados por clientes. Lo único que me tranquilizo fue ver el trabajo final que estaba realizando uno de los tatuadores en una chica. El hombre sostenía el dibujo en su mano y parecía que lo había calcado sobre la piel de la muchacha. “Quizás no sea tan malo… ¿no?”
Matthew paseaba la mirada por todos los dibujos, buscando algo que le gustara mientras yo seguía observando el lugar. Di algunos pasos inspeccionando y se me dio por abrir una cortina. La lámpara de trabajo estaba apagada, por lo cual el sector lucia oscuro a medios, y cuando alcé la vista del suelo al techo, encontré una lluvia de estrellas falsas allí, colocadas al parecer para que uno literalmente viera las estrellas en medio del proceso con la aguja pinchando la piel. No estoy del segura como, pero ello me trajo la idea de lo único que me gustaría grabar sobre mi piel. Quizás a muchos les parecería el tatuaje más infantil de la historia, pero… sabía que ello estaba perfecto para mi.
- ¿Eres de la policía o algo así, rubia? Vamos, sal de ahí a menos que te vayas a tatuar algo. – gruñó el dueño del lugar vociferando en voz alta para que pudiera espantarme. Contrario a ello, jamás me sentí más segura de algo, por lo que giré a verlo con una ceja alzada y caminé hasta el mostrador para arrojar allí el dinero por el tatuaje.
- ¿Quién dijo que no me voy a tatuar nada? Vamos, comencemos con esto. – este tipo de chica era una que no salía de mi hace un tiempo ya, pero que Matthew sonrió con ganas al oírme hablar con tanta seguridad e ímpetu. Le devolví la sonrisa y seguí por detrás al tatuador para realizar la locura por la cual había abandonado toda la seguridad de Hogwarts.
Indiqué al hombre que lo quería debajo de la clavícula, apegado al hombro donde no estuviera a simple vista y del lado que solía cubrir con el cabello. El hombre me obligó a explicarle que significado podían tener dos simples estrellas, lo que me fastidió un poco, pero suponía que era parte crucial de no permitir que la gente se hiciera cualquier estupidez para siempre.
- Bien, es algo así. Mis padres fallecieron cuando yo era pequeña, ¿sí? No llegué a conocerlos, no tengo idea como eran o siquiera sus nombres, entonces cuando me siento sola, simplemente miro las estrellas, tengo la idea de que de algún modo ellos podrían estarme viendo desde algún lugar del cielo o donde sea, pero siempre desde arriba, y siento que fueran dos estrellas más de la constelación, entonces así, aunque no sepa nada de ellos, evito olvidarlos, siento que no debo olvidarlos aunque todos me digan lo contrario. Así que si ahora te decides y me tatúas ese par de estrellas, podré llevar aquel recuerdo en la piel y asegurarme que nunca me olvidare de ellos, que al menos siempre existirán en mí. – suspiré al final de todo aquello luego de haber hablado mirando todo el rato el techo estrellado. Bajé la mirada y el tatuador parecía satisfecho, porque enseguida me mostró la aguja con la cual realizaría el procedimiento. Tomé aire una última vez antes de cerrar los ojos y dejar que el hombre realizara su trabajo.

Para mi suerte, Matthew me había prometido que luego de esto iríamos a ver un tranquilo concierto de ballet, por lo que tendría un merecido respiro de las situaciones locas. 

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