20140516

Life Story: Jeanne (4)

Encontrarse con su pasado, esa es su misión en la vida.
Juventud de Jeanne, luego de Hogwarts. 

La adolescencia y mi paso por Hogwarts habían dejado grandes rastros en mí, había recibido tantas enseñanzas y había superado tanto desafíos de mi propia persona que me parecía increíble como habían pasado los años en el castillo. Por ejemplo, mirarme ahora al espejo no resultaba una especie de tortura, podía verme allí y encontrarme satisfecha con mi reflejo y con la persona en la que me había convertido. Sin embargo, allí seguía faltando algo. Me miraba al espejo y notaba aquel inmenso vacío que nada había podido llenar. Era el vacío de la duda y de un asunto eternamente pendiente, que aunque mucho me hubieran querido convencer de olvidarlo y dejarlo atrás, ya no podía callar a aquella voz interior que reclamaba porque fuera en búsqueda de lo que me correspondía.
Una mañana me había encontrado viéndome al espejo, como cada día, pero de repente, en cuanto me vi y por fin caí en cuenta de que necesitaba ir a buscar mi pasado, rompí en llanto, y también rompí el espejo. Le había dado un golpe con una fuerza desconocida para mí y había no solo logrado lastimarme, sino también preocuparlo a él y recibir un gran, gran sermón. Siempre terminaba así, siendo dulcemente regañada por él. Pero no era justo, no esta vez, ese había sido el límite, necesitaba llenar ese vacío y hallar respuestas. No sé qué tipo de respuestas, quizás me bastaría con una foto, un par de nombres, algo, algo que darle a mi cerebro para atesorar y sentirme en paz conmigo misma y reconciliarme con aquella niña que se había perdido en el mismo instante que abandonaron en un parque.
Confiaba en él, pero sabía que no quería someterlo a más dramas de mi parte, y seguro también me regañaría por esto, pero había ido en búsqueda de otra persona a la que le confiaría mi propia vida.
Arrastraba a Évoleth a través de las calles del Valle de Godric, ella iba con la túnica típica de viaje y yo iba ataviada en una túnica negra de terciopelo con la capucha cubriéndome el rostro. La noche había caído sobre el lugar y con ella el frío, por lo que no había mucha gente rondando por allí. Llevaba en la mano la dirección que me había ingeniado para conseguir con algunos magos del ministerio, era increíble lo que algunas miradas y contoneos podían conseguir con la burocracia mágica y los viejos conocidos de mi pasantía por la planta de criaturas mágicas.
Llegamos frente a una vieja puerta de madera, y aunque había pensado en la posibilidad de que la casa estuviera protegida por magia, al solo llegar allí nos pudimos percatar que no había nada de ello. Incluso el lugar parecía abandonado, ¿Ya hace cuantos años que mi tía de sangre se había marchado? Quizás unos tres o cuatro años, pero la casa lucia como si la hubieran dejado hace siglos a su suerte. Pateé unos cuantos periódicos y sobres viejos que estaban arrumbados en la entrada y con cuidado saque mi varita ocultando la mayor parte del objeto con la manga de mi varita “Alohomora”, pronuncié por lo bajo y la puerta fácilmente cedió. Ambas ingresamos a la casa, de la cual desconfiaba que conociera la electricidad o que ya no hubieran cortado el servicio, por lo que pensé rápido “Lumos”, la luz salió despedida de mi varita sobre todo la polvorienta sala. Asco, me daba asco la suciedad y cantidad de bichos que había aquí, pero no podía pensar en ello, había venido en búsqueda de mi pasado, y debía irme con algo, con lo que sea.
- A buscar, querida. – sentencié y junto a Évoleth pronto encontramos unas cuentas velas que sirvieron para darle descanso a nuestras varitas mientras revolvíamos la casa. Parecía como si mi tía hubiera decidido hacer lo mismo que sentenciaba en palabras, borrar todo rastro de mis padres de su vida. Había ya prácticamente inspeccionado cada rincón de la sala principal y por cansancio había terminado por, literalmente, dar vuelta una biblioteca para que todo el contenido cayera al suelo y fuera más fácil buscar a simple vista. Habían pasado quizás unas tres horas y empezaba a sentir el agotamiento mental, por lo que me deje caer sobre un sofá con la cabeza entre las manos. En ese momento Évoleth bajaba luego de revisar el primer piso sin éxito.
- ¿Nada, no? Esto es una misión imposible, esa mujer borró de su vida a su hermana y a toda su familia, maldita egoísta. – pronuncié las palabras con clara molestia y cansancio, aunque en ese momento alcé la vista me encontré con mi amiga entregándome una foto.
- Esto estaba en un recuadro sobre una mesita, es una foto mágica que muestra a dos adultos y dos niñas, creo que la del cabello largo era tu madre, se parecen, y los adultos deben ser tus abuelos… ¿Es algo, no? – escuché sus palabras como si fueran lejanas y cercanas a la vez, ¡claro que era algo! Tomé la foto con una sonrisa y desesperación a la vez, inspeccionando cada detalle en ella. A comparación de las modernas fotos, esta parecía vieja y colores sepia, en ella, se veía a una señora de cabello corto y claro junto a un hombre un poco ya encorvado pero de sonrisa muy amable jugando con dos niñas, una de cabello corto y otra de cabello largo y apenas ondeado, igual al mío, luciendo una gran sonrisa y unos bonitos ojos grandes. Me sorprendí de mi misma al encontrarme recorriendo mi rostro con una mano mientras observaba la foto, como queriendo así comprobar ese parecido físico que encontraba en aquella niña conmigo. ¿Era mi madre, no? Y esos mis abuelos… lucían felices y como buenas personas. Giré la foto en busca de algo más, pero solo estaba el nombre de un viejo pueblo inglés bien conocido por ser un bonito lugar de paseo e ideal para unas vacaciones familiares. Era algo, pero no era suficiente.
- Tiene que haber algo más, lo que sea, pero ella tiene que haber escondido algo más. – deje la foto junto a mi túnica en el sucio sofá y me impulsé a dar círculos por la cocina, la sala, el recibidor, en algún lugar debía haber algo. – Piensa Éve, ¿Dónde esconderías algo que quieres olvidar? – recorría con la luz de una vela cada mueble y rincón, y de repente, en un nuevo giro, me hallé reflejada en el vidrio de una pequeña vitrina con diminutos frasquitos que parecían contener en su mayoría ingredientes de pociones. Seguía viendo aquel vacío, seguía viendo a esa chica incompleta, seguía viéndome a mí misma sin terminar de comprender del todo quien era, con una necesidad innata de saber quiénes me habían traído al mundo, porque habían muerto, porque me habían dejado, si me querían, si habrán lamentado dejarme sola… Y fue allí que enfoque la vista. Varios frasquitos estaban rotulados con un nombre, tapado por el polvo, pero no era el nombre de ingredientes de pociones, y el contenido resultaba similar en varios de ellos, una sustancia parecida a un gas, que fluía con un color brillante por el recipiente… Recuerdos, esos son recuerdos. La vitrina llevaba un candado, que solo me hizo rodar los ojos un instante para al siguiente apuntar con la varita y volver a usar el hechizo que abría cerraduras con la misma facilidad que un pájaro volaba. Soplé despacio y tosiendo un poco por el polvo que salió disparado para todos lados.
- Éve, ven aquí, encontré algo. – dije en voz alta mientras tomaba uno de los frasquitos e intentaba limpiar con cuidado la vieja rotulación. Fijé la vista y parpadeé varias veces hasta que a luz de la letra logré comprender la añejada cursiva sobre la etiqueta “Mary Jane Howells – 1998”. No sé si lo presentí, si quizás simplemente fue mi cerebro reaccionando a la similitud del nombre, si algo en mí se despertó de repente y me invadió a gritos diciendo “Sabes a quien se refiere…” y fue como si tantos años de forzarme a mí misma a recordar algo, lo que sea, de cuando era apenas una bebe rindieran frutos, porque lo leí y en mi mente lo leí con el mismo tono suave que una mujer de voz aterciopelada y melodiosa lo diría, una voz adulta y levemente parecida a la mía, la voz de mi madre. Se me entrecortó la respiración y pronto mi vista se vio empañada y si no hubiera habido detrás de mí una mesada de la cual sostenerme, seguramente hubiera caído hacia atrás. Las lágrimas afloraron mezcla entre melancolía, tristeza y felicidad, “Mary Jane Howells”… “Mary Jane”… Jane. Tantos años había esperado por saber cuál sería mi nombre real para descubrir que no sentía el que llevaba tan ajeno porque resultaba muy parecido, muy clásico, muy propio. Évoleth llego justo para sostenerme y sostener el frasquito que llevaba en la mano antes que resbalara de mi mano y perdiera algo que me había llevado 19 años encontrar.

- Es… es… son recuerdos, y llevan mi nombre, no me preguntes cómo lo sé, pero ese es mi nombre de nacimiento. Necesito un pensadero… un pensadero… - me erguí rápidamente y corrí a mi túnica en búsqueda de mi saquito mágico, revolviendo en él hasta sacar el objeto que necesitaba. Era increíble, al fin había llegado el momento que tanto había deseado, al fin. 

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